lunes, 16 de marzo de 2015

El viaje hacia el poema: buscar ocupar en el otro un espacio que en él no existe

Taller sobre Mediación de lectura
Biblioteca Provincial de Entre Ríos
1/Noviembre de 2013

 

LOS SUEÑOS


Todos los días podes soñar algo distinto, como si te fumas un cigarrillo todos los días, como jugar a la pelota todos los días. Pero nunca te vas a cansar de soñar, nadie te va a poder sacar ese sueño de pensar. Vos podes soñar de noche, cuando dormís, podes soñar despierto. Soñá, soñá como vos querés, y sueño lindo, feo, sueño largo, sueño corto pero siempre vas a soñar. Yo siempre sueño que estoy con mi familia, que estoy en la calle, algunas noches sueño que me caso, sueño con mi libertad sueño, sueño y sueño. Sueño con estudiar, sueño con conocer la cancha de River. Son sueños que si uno pone voluntad se pueden cumplir, nadie me va a sacar ese único momento q tengo para soñar.

Yona

 

 

Está claro que el momento no es propicio, que las circunstancias nos son adversas. Y, sin embargo, o por eso precisamente, yo hablo aquí de ensanchar la frontera, de construir imaginarios, de fundar ciudades libres, de hacer cultura, de recuperar el sentido, de no dejarse domesticar, de volver a aprender a hacer gestos, a dejar marcas. Ilusa, creo que todavía vale la pena aprovechar que al lobo se le ha hecho tarde para jugar un buen juego, dejarse entibiar por un rayo de sol antes de que lleguen la noche y el silencio

Graciela Montes, La frontera indómita

 



¿Desde dónde comenzar a desovillar el largo ovillo en que estamos metidos? La misma pregunta que, hace ya varios años, se hiciera Laura Devetach al comenzar a tratar de pensar varios de los problemas, temas, tramas y caminos que nosotros también aquí recorreremos, nos la repetimos. Pero no solo como un eco. Sino como un genuino ejercicio de lectura de aquella pregunta que no dejaba, por su abuso consciente de la metáfora y el juego, de ser política.
Tratar de construir un espacio que funcione para multiplicar, que logre devenir en prácticas específicas y situadas, y arroje a otros al ruidoso hacer, implica, necesariamente, volver a preguntarnos por el nosotros. ¿Quiénes somos nosotros? Este Equipo de Mediación de lectura comenzó sus primeros pasos hacia fines de 2012 en la Asociación Civil Barriletes.
Esta Asociación fue fundada en agosto de 2001 en el marco de las búsquedas sociales de formas afectivas de resistencia ante la crisis. Desde entonces emite la homónima revista mensual, siendo la misma de carácter social: Más de la mitad del dinero de la venta va a manos del vendedor y el resto regresa a los fondos de la Asociación para la emisión de la revista y solventar otras actividades. De manera que Barriletes constituye desde sus comienzos una salida laboral con tintes cooperativos; pero también un espacio de Educación y Comunicación comunitaria. Estas dos últimas líneas de trabajo son las que dieron lugar a que fuese esta Asociación, en la que este Equipo nazca.
Así, desde este grupo de trabajo realizamos diversas experiencias: Talleres de mediación de lectura con niños y adultos mayores de carácter semanal. A su vez, se sostiene un trabajo articulado con una escuela primaria de la ciudad en conjunto a la Biblioteca de la escuela que prevé la realización de un taller literario mensual en la escuela.
El Equipo a su vez ha ido ejerciendo prácticas que marcan una cartografía aún más difícil de rastrear: Habitando espacios de forma espontánea –como Ferias del libro. Pero también trabajos constantes lejos en el mapa físico y simbolico de la práctica barriletera: Como es el laburo que viene sosteniendo durante todo este año Sofía en la ciudad de Rafaela junto a jóvenes institucionalizados con diversos problemas con la ley.
Son estas derivas las que han hecho que el profuso hacer nos exija tiempos de distanciamiento critico de nuestra práctica. Por eso, en lo cotidiano dejamos lugar a los ruidos del hacer. Lo escrito, lo leído, lo pensado en esos momentos de escucha respecto a nuestra propia práctica constituyen la base de lo que aquí comunicaremos.
Oír el ruido del hacer es una decisión ética y política. Una decisión que está presente aquí hoy, sin dejar de tratarse de una escucha cotidiana. Presente en aquella mediadora que busca desesperadamente textos para los jóvenes detenidos que ve cada semana, pero a su vez lee Vigilar y castigar de Foucault. En la estudiante que acepta caminar treinta o cuarenta cuadras cada día junto a un montón de niños, y a su vez les lee el primer capítulo de El hombrecito verde y su pájaro de Laura Devetach. En la amiga que acepta nuestra invitación a leer a Michèle Petit pero también a ir a la Escuela Hogar.
 
Otra caligrafía para el conocimiento: Políticas de amistad.
Al momento de presentar un grupo de textos inéditos de María Adelia Díaz Rönner, sobre quien volveremos más adelante, Gustavo Bombini señala, respecto a su amistad con Díaz Rönner: “más allá de estos recorridos institucionales, la experiencia intelectual y la experiencia de la vida nos coloca frente a inusitados e inesperados itinerarios, no previstos en ningún curriculum de formación, ni en ninguna cátedra, ni seminario ni programa de doctorado. El conocimiento y la estrecha relación con un campo de la experiencia intelectual y artística pueden forjarse por entero por fuera de las instituciones y venir de la mano de otras lógicas.”[1]
Una de esas lógicas, señala Bombini, puede ser la de la amistad. Palabra justa esta para venir a señalar aquí de qué forma nos atreveremos a llamar conocimiento a lo que aquí expandiremos. Por un lado, esta osadía tiene que ver con nuestro afecto y valor por las palabras. No nos da lo mismo hablar o no de conocimiento. Creemos que las palabras tienen pelo y peso, así que valen en su singularidad. Por otro lado, es una apuesta política. Dejar el monopolio de la producción y legitimación del conocimiento a lo instituido es cuanto menos riesgoso. Venidos de una formación que nos ha enseñado a tomar a la literatura robándola[2], no es casual que elijamos tomar por asalto la palabra conocimiento.
Se trata, en última instancia, de estrategias de resistencia y lucha. Habitamos, a la fuerza, también nosotros esa palabra tan pacata que es conocimiento.  Sin embargo, dicho esto y estando ya sumergidos en ésta, ¿de dónde viene ese conocimiento?
Necesario es recurrir a la metáfora de la trama. Una trama, bien tejida y al sol, de textos. Los de Graciela Montes, los de Michèle Petit, Laura Devetach, Freire, Díaz Rönner. Pero también los Roldán, María Elena Walsh, Liliana Bodoc, Emma Wolf, Silvia Schujer. Y todos los que antes, durante y después hemos seguido leyendo en el desvelo eterno de la literatura. Y sobre ellos sus tapas. Los colores de sus lomos. Los sitios donde los hayamos. Las manos que nos lo alcanzaron, la pasión con que han sido leídos. Y sobre ellos, todas las voces de los niños, niñas, adolescentes, adultos, pares, amigos, vecinos, gente seria y gente de a carcajadas nos ha dicho, leído, pensado, cantado, buscado y tejido.
Si el cuerpo, como creía Freire (y nosotros también), guarda ante la experiencia la posibilidad activa de escribirla, este Taller es la escritura leve de esas experiencias. Experiencias que vuelven difusas las fronteras entre lo leído y lo vivido.
Escritura esta que no es ya hecha según un discurso u otro. Oscila sí. Pero lo interesantes, más que su discurso es lo que hay antes: Deseamos que aquí haya más que otra escritura, ante todo, otra caligrafía de la escritura. 
 
 
 
El viaje hacia el poema
            Los primeros pasos que tratarán de darse en este primer encuentro están relacionados con el lugar desde el cual pensaremos a la literatura en este taller. Pensar la práctica de mediación de lectura supone pensar la lectura literaria en sus particularidades y posibilidades. Pero, antes, es necesario horadar algunas visiones sobre la literatura. Dejar crecer otras. Ampliar el imaginario sobre lo que el texto literario florece.
            En ese camino, dice Juan Gelman:
 
“Es que la poesía es un movimiento hacia el otro, busca ocupar un espacio que en el otro no existe. (…)
El viaje hacia el poema es más importante que el poema. La poesía es patria de los espacios negros y mira la calandria que sale volando de los ojos de un niño porque él la quiso ver.”[3]
 
 
Hay cosas en estas palabras que se dejan ver, casi de costado: La poesía crea espacio. La poesía funda subjetividades. Afirmaciones que, en su hermosura de pájaros sobre el papel, luego trataremos de ver volar un rato. Pero en este momento, acerquémonos a ese viaje que Gelman prioriza.
            ¿Desde cuándo estamos viajando hacia el poema? ¿Por qué tenemos esa rara sensación cuando hemos llegado? ¿Qué es llegar al poema?
            Quizás ese viaje es tan antiguo como la palabra misma. Esa palabra-viaje que es el poema. Viajar transforma, sí. Viajar mueve. Pero viajar también supone voluntades.
            Y también: El viaje hacia el poema supone equipajes.
            Reconocer en cada uno de nosotros un equipaje poético. Darle sitio, hacerle lugar. Este primer encuentro va a intentar poner sobre la mesa ese equipaje.
Un equipaje que puede estar hecho de muchos textos. Sí. Y a su vez de otros textos. Que las palabras de Laura Devetach nos hagan cosquillas:
 
“La escritura y la lectura del trazo que nos enlaza a unos con otros, del vínculo que cada ser humano va entablando con otros seres y, también, de la multiplicación de estos vínculos que forman redes y tramas en la vida de las personas. Cada gesto que un individuo hace, puede ser leído, generar palabras que lo nombren, generar escritura. Por eso interesa el lenguaje anterior, la escritura anterior, la lectura anterior a la palabra. Cuando llegamos a la hora de las nanas ya hay un pequeño mundo de trazos, de vínculos posibles de ser leídos, escritos a través de lo sensible. Trazos que después se van entramando en redes.”[4]
 
Mirar el bordado de esas redes. Mirar las redes mismas. Darnos tiempo para hacerlo. Dar lugar a ese montón de textos internos que nos habitan y pueblan, y sin los cuales vivir sería cuando menos imposible. Ponerlos sobre la mesa, regarlos.
            Este espacio trata de darnos esos tiempos y esos espacios. Porque es necesario. Porque no somos tontos y sabemos que vivimos en el marco de un capitalismo –cuánto menos- salvaje y global. Y sin embargo, venimos, como Montes, a proponer ensanchar nuestras fronteras de paso hacia lo imaginario y poético. A volver el mundo más desconocido, e indómito.
            Defender nuestros espacios indómitos y fronterizos. Como Yona, que nadie nos saque nuestros espacios para soñar.
 
Kevin Jones / Equipo de Mediación de lectura


[1] en “La escritura de un prólogo desde el entrecruzamiento de lógicas” en Díaz Rönner, La aldea literaria de los niños. 1ª edición. Comunicarte. Córdoba:2011 p.8
[2] Ver aquí el (hermoso) ensayo de Pètit: “La cultura se hurta” incluido en Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. 1ª edición. Fondo de Cultura económica. México:2008. Traducción de Paleo y otros.
[3] en “Dentro y fuera de la lengua” Palabras al recibir el Premio Juan Rulfo (2000) Online en http://www.pagina12.com.ar/2000/00-11/00-11-26/contrata.htm
[4] en La construcción del camino lector. 1ª edición. Comunicarte. Córdoba:2008 p.19

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