jueves, 25 de junio de 2015

Sobre las infancia(s) barrileteras

En esta nota buscan volverse letra algunos ecos de los Encuentros de Formación que han tenido lugar en Barriletes durante el mes de Mayo. La infancia, como pregunta, ha atravesado estos encuentros.

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Estamos en el salón de la casona que desde hace unos meses Barriletes habita, en Courreges y Perú. Improvisamos temprano un tablón en que descansar los mates de la mañana de sábado. Días atrás el Negro puso en la ochava las cortinas, pintadas con un paisaje de barrio. Son gestos con los que preparamos la segunda jornada de nuestros Encuentros de Formación.


     Esta mañana queremos hablar de la construcción de los espacios de Taller como territorios. Sin embargo, antes de comenzar a desandar ese tema, requerimos de un insumo para la tarea que juntos nos daremos. Durante un buen rato primero escribimos y luego leemos la respuesta que ensayamos a la pregunta ¿cómo hemos llegado hasta acá? En esa pregunta tratamos de buscar los senderos por los cuales las inquietudes sociales comenzaron a tomar forma, a definirse de modo tal de volverse decisión. Surgen así las opciones tomadas desde esta inquietud en la ronda: elecciones de carreras, de espacios de militancia, de acercamientos a colectivos y foros. 
En su costado, la Vero, integrante de Barriletes desde cuando esto solo era una idea, dibuja un árbol. En los tiempos del 2001, la Vero trajo consigo La luciérnaga de Córdoba, una revista de calle que permitía volverse ingreso digno para sus vendedores en el mapa del desempleo de la crisis. Inspirados en aquella edición, y envalentonados por su lema Mendigar nunca más, un grupo de personas se sumaron para dar forma a Barriletes. Barriletes, en aquel entonces una revista, pero que quizás ya sabía en ese momento que se volvería radio, biblioteca, taller, mañana de sábado. La Vero podría escribir aquella historia en la hoja que repartimos para iniciar la actividad. Sin embargo, elige dibujar un árbol, y deja que la historia del nacimiento de Barriletes se vuelva una anécdota más entre tantas de esa mañana. En lugar de hacer de ese comienzo una épica, un caso ejemplar o una historia increíble, la baja a la realidad del habla de tantos que esa mañana contamos nuestros andares militantes. Así vuelve al mismo gesto trazado en torno a aquella revista traída de Córdoba: la posibilidad de dibujar siempre algo nuevo, de hacer un árbol diferente.   

Barriletes nació al calor de la crisis y en busca de ser una forma de tejer lazos sociales allí donde el Estado había retrocedido y dejado el desamparo. En este sentido, es necesario pensar el sueño de Barriletes como un sueño en permanente búsqueda hacia el otro.
Barriletes nace con esa marca, con esa preocupación, pero también en la espera de ese otro que puede llegar. Se trata de una búsqueda que encuentra gestos concretos en la preparación de un número cero en Agosto de 2001 para que pueda ser vendidos por familias que se encontraban sin ingresos. En esa escena, encontramos la preparación del recibimiento hacia el otro, que de repente habita este sitio y nos obliga a desnaturalizar hábitos de ambos lados. 
Este recibimiento, este preparar la revista para alguien que no conocemos, no acaba en la concreción de un grupo histórico de vendedores y vendedoras de Revista Barriletes. En cambio, se constituye en el paradigma de todas nuestras intervenciones. Especialmente, en el armado de Talleres, espacios, propuestas para niños, niñas, adolescentes, adultos que a lo largo de estos ya casi catorce años han habitado Barriletes.
Quisiera poder decir con estas afirmaciones que Barriletes ocupa siempre el lugar de lo por-venir. Es decir, de lo que aún está por suceder. Es eso lo que encontramos en la actitud de Vero al dibujar aquel árbol. El camino de Barriletes es un camino con piso pero sin techo, como rezaba una editorial de esta revista hace un tiempo. Un camino siempre puesto en lo que el encuentro inesperado con vendedoras, familias, estudiantes pueda deparar.
De todas esas hospitalidades que Barriletes ha construido históricamente, podríamos tomar el vínculo entablado con la infancia como punto de partida para reflexionar en estas páginas.

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La primer noticia de la relación de Barriletes con la infancia la tenemos, azarosamente, en el número cero. Barriletes en aquel momento no se proponía, estructuralmente, alojar los deseos e inquietudes de la infancia. Sin embargo, una visita a la Residencia socio-educativa Hogar Chicos de la calle, encuentra a quienes buscaban la primer Tapa de Barriletes con un grupo de niños que miraban televisión en un rincón. La curiosidad hace girar sus rostros y la foto sucede, como relataba Juan hace poco en un escrito. 
De ese encuentro casual surge entonces la Tapa de aquel número cero, en que se puede leer en los rostros de los niños fotografiados la sorpresa, como una suerte de temor que es sobrepasado y vuelto incipiente sonrisa en algunos de ellos. Quizás podríamos ser lo suficientemente atrevidos como para imaginar algo de ese temor vuelto sonrisa en el rostro del adulto que, del otro lado de la cámara, saca la foto. 
Desde esa imagen que nos signó, la presencia de la infancia en Barriletes se fue repitiendo. Los días de armado de la revista, la presencia de las familias enteras de vendedores y vendedoras en el primer local de Barriletes, en Perú y Libertad, fue evidenciando la necesidad de pensar de qué manera Barriletes podía dar sitio a esos niños y niñas que pululaban por el lugar. Se fue pensando entonces en la creación de espacio amable, que permitiera brindar un tiempo y lugar específico (como el galpón un sábado por la tarde)  en que ejercer el buentrato de los niños entre sí y de adultos a niños.
En ese momento de la historia barriletera se pasa a entender que la infancia es una población sumamente vulnerable. Como  sostiene la escritora Graciela Montes, nuestro contacto con la infancia siempre está atravesado por una disimetría de poder: “Los adultos somos responsables personalmente de los niños porque somos hegemónicos, tenemos el poder. De un lado hay alguien que puede y sabe más –el adulto-, del otro alguien que puede y sabe menos: el chico. Somos los grandes los que tomamos las decisiones, y los que toman decisiones son responsables.”

Es desde este lugar responsable que Montes nos invita a (re)pensar la infancia en los tiempos que corren. Si la crianza ha sido la transmisión del sentido de la vida, ¿qué tipo de sentido heredaremos a los niños en medio de un mundo con mercados globales y capitalismo salvaje? La pregunta resulta desafiante, y requiere poder darnos cuenta que la infancia no debe ser privatizada, debe ser entendida como asunto público cuyo presente respecta a toda una serie de responsabilidades que van más allá de sus padres, docentes, talleristas. Las decisiones en torno a la infancia debieran ser, entonces, decisiones socialmente tomadas. 
Desde esta responsabilidad asumida es que Barriletes ha interactuado con niños y niñas, así como adolescentes, desde hace varios años. Sería en 2007, con la mudanza a Santos Domínguez de nuestra Asociación, que se comenzaría a pensar en la creación de un espacio específico de Talleres que bajo el nombre de Área de expresión conjuga una grilla de actividades devenidas de aquel primer espacio amable. 
Con las reflexiones que la concepción del niño como sujeto de derecho ha acarreado en los últimos años, los Talleristas de Barriletes nucleados en esta área hemos pasado durante 2014 por un proceso de reflexión crítica de nuestro hacer. Desde este lugar hemos elegido asumir la infancia como marca singular de la historia de Barriletes, y poder finalmente dar nombre a aquello que hemos venido haciendo en estos años: construir una política de infancia barriletera. Esto es, construir lo que nosotros entendemos por infancia desde la promoción de derechos y la creación de un tiempo y espacio en que una niña pueda ser niña. La infancia entonces se vuelve un modo de ser y estar en el mundo. 
Así es que a fines de 2014 decidimos colectivamente cambiar la denominación de nuestra Área de expresión a Área con niños y niñas. Nos pareció necesario que los niños y niñas se volvieran sujetos activos de Barriletes a la hora de enunciar nuestras prácticas. En aquel momento elaboramos un escrito que nos permitiera dejar constancia, ante nosotros mismos, de dicho cambio. Allí podemos leer: “Llamar así al Área implica volver al trabajo con la infancia una prioridad de nuestras tareas. Con este gesto decimos que los esfuerzos de esta área estarán centrados en hacer de Barriletes un lugar de construcción diaria de Infancias que permitan a los niños y niñas encontrar sitios en que poder ejercer libremente los derechos que los hacen niños y niñas.  Ya que la infancia solo es posible bajo los acuerdos sociales que la posibiliten, Barriletes se compromete entonces a construir infancias desde este sitio.”
Desde este compromiso se trata de transitar Barriletes hoy en día. Creemos que una Organización Social puede ser el sitio de construcción de nuevos acercamientos a la infancia. Entendiendo que la infancia es un concepto complejo, en que siempre se mezclan asuntos sociales, culturales e históricos que le dan lugar. El concepto de niño cambia de un barrio a otro, como hemos notado en el camino. Y aún más, puede hasta cambiar de un taller a otro. Esto último es lo que nos hace pensar qué cosas entendemos desde Barriletes que hacen a la infancia. Desde este lugar es que elaboramos acuerdos comunes en torno a la infancia. 
Puesto que siempre está, a las afueras de estas reflexiones, el niño con el que interactuamos. Aquel que nos demanda ojos cada vez más afinados con que mirarlo. 

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Revisando este camino es que podemos afirmar que al encuentro con un niño siempre llegamos tarde. No por una pereza o falta de premura. Sino porque, simplemente, no habría manera de llegar antes. 
Llegar tarde a la infancia significa que todos los que volvemos la mirada sobre la infancia, bajo ese nombre, lo hacemos desde nuestro lugar de adultos. “Nadie escribe su infancia en la infancia”, decía un ensayista argentino, Nicolás Rosa. Una frase que puede sintetizar este sentido de la infancia: no somos plenamente conscientes de su existencia cuando la atravesamos, y nos volvemos extremadamente conscientes de ella cuando la abandonamos. Escribir la infancia significa volverla relato, saber interrogarla. Un gesto que paradójicamente nunca podemos resolver dentro de la misma infancia. 
        Quienes nos obstinamos en pensar la infancia nos volvemos hacia un objeto ausente en nuestro propio recorrido. La infancia como tiempo que no volverá está detrás de nosotros. 
      Pero es en esas paradojas donde los talleristas hayamos una memoria activa de nuestra infancia que siempre se reinventa en el encuentro con los niños y niñas. Pido ayuda a las palabras de Milena, tallerista de Barriletes. Luego de uno Taller sostenido este año en el Paraná V, Milena escribe:

¿De verdad se los llevaron las hormigas? Luana pregunta después de que explico que no podemos comenzar el taller porque se han llevado los poemas. Y así nos fuimos a la plaza a buscarlos. todos hechos rollitos que se metían por los árboles y debajo de cualquier ramita. 
Esas hormigas se los llevaron mas lejos de lo que pensaba.

Cuando reunimos "La hormiga que canta" de Laura Devetach hicimos una edición artesanal, decorada con algunas hojas y dibujos de los chicos que se fueron sumando para habitar el taller. Esta edición fue guardada dentro de una caja en donde pondremos todos nuestros libros y dejaremos allí en el Centro. 
Después nos quedamos meta chimichurri chimichurri chimichurri, robándole la canción a las hormigas para cantarla y guardarla en un grabador. 
Fue un taller casi cantado, en donde estuvimos muy cerca de las palabras, letra a letra. Y otra vez me di cuenta de que ahí y así el tiempo pasa de otra forma. Quizás porque lo llevan sobre su cuerpo las hormigas.

   
En los días previos a ese taller que narra, Milena ha copiado poemas de un poemario de Devetach. El poemario juega en cada momento con la idea de una serie de hormigas que dispersan las letras. Un movimiento que se hace presente en las páginas del libro: tipografía que cambia, letras que caen sobre la hoja, poemas que no concluyen. Milena, entonces, esconde sus rollos con poemas en el descampado del barrio y propone finalmente a los niños su búsqueda debido a que “no podemos comenzar el taller porque se han llevado los poemas”. 
Si pudiéramos ir más allá del Taller, y nos ubicáramos en las escenas que lo preceden, podríamos imaginar a Milena, una estudiante de Letras de 21 años, copiando cada poema y enrollándolo. Una imagen que habilita otras preguntas. ¿Quién se vuelve infante en el espacio del Taller? ¿Quiénes son los niños del título de esta nota, del nombre de nuestra Área? 
En esa escena invertida, donde de repente encontramos a Milena vuelta niña quizás resida la clave de la infancia barriletera. Una infancia que siempre se resuelve en otro momento, en otra escena. Aquella escena en la que en medio de un taller, al momento de leer un poema o crear un sonido, un niño nos enseña, por fin, a vivir. 


Quisiera decir que estas palabras están escritas para Sole, como contestación a un mensaje dejado en mi mail hace tiempo, y como prueba de que siempre (leyendo, escribiendo e interviniendo) estamos sosteniendo la misma conversación.

Kevin Jones
para Barriletes 
Junio 2015

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